En blanco

Después de rehacer la maleta tres veces, de pasar por lo que me gusta, lo que quiero, lo que adoro, lo que me costó mucho trabajo conseguir; terminé por sólo guardar lo que me sirve en el momento inmediato. Así es solo se va conmigo lo que necesito en este momento inmediato. Mientras empacaba miré mi habitación y todo lo que había ahí se redujo a un espacio en blanco, quiero pensar que así es la oportunidad que me da la Vida de pintar en ella lo que me dé la gana una y otra vez. Me niego a despedirme de nadie, no quiero, me da la impresión de que si lo hago se borrarán para siempre de mi memoria y no quiero que eso me pase. Me niego a extrañar a nadie, ni quiero que me extrañen, quiero que me recuerden y que me llamen, que me envíen mensajes, que sean metiches y chismosos como lo son los buenos amigos. Quiero que sigan riendo conmigo y de mí con mensajes de voz que ni yo recuerdo a veces (Sam, gracias por recordarme y darle play a mis audios).

En esta casa que dejo se quedan muchas piezas, literal se cayó el techo, y de ahí se derrumbaron también en mí expectativas que forcé. En este momento de mi vida me queda clarísimo que si uno no se mueve por su propia voluntad la Vida te avienta.

Jalisco es una tierra muy fértil, aquí todo lo que avientes crece, florece y da fruto, lo sé porque de aquí me voy así, florecida y fortalecida emocional y físicamente. De frutos me quedan las valiosas amistades que acá nacieron. Fue aquí, curioso, donde descubrí habilidades que siempre di por hecho en mí. Fue aquí donde escribí mi segundo libro, cuatro obras de teatro, dos películas, tres cortometrajes, un blog, colaboración en una revista, jugué futbol (muy mal por cierto), corrí mi primer medio maratón y me enamoré de mí (ajá poquito cursi, pero ajá) fue aquí donde conocí a la mejor Cucú del mundo mundial (mi sicoanálista) y fue también aquí donde descubrí el valor de habitar mi propia vida.

En esta nueva aventura que significa el cambio de residencia me he desprendido de muchas cosas materiales también y al verlas salir de esta casa sólo deseo que quien se las lleva sea tan feliz como yo lo fui en su momento de disfrutarlas. Dejé de pensar lo mucho que me costó adquirirlas, me siento emocionada por volver a empezar; aunque eso no mine del todo la nostalgia de las risas compartidas en vivo y en directo, del cafecito con Marco (Ya perdóname por el plantón, por fi) ahogando las penas en pozole con tío Luis, comer pan una vez a la semana con Carbs, y sudar sin cesar en primavera.

Tres gatos, dos maletas, muchísimo cariño y buenos deseos es lo que me llevo conmigo a Ciudad de México, la Gran Ciudad.

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